El temps que s'atura. Toti Soler, el arte y el reconocimiento.
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Toti Soler lleva más de medio siglo de carrera profesional. En solitario ha publicado 23 discos de larga duración. Junto a artistas como Jordi Sabatés, Ovidi Montllor, Leo Ferré, Pau Riba, Ester Formosa, Jeanette, Sílvia Pérez Cruz, Gemma Humet o Cinta Masip, por citar algunos, ha firmado varias decenas.
Recientemente, ha publicado El temps que s’atura (Satelite k, 2015), un trabajo que combina temas y canciones grabados entre los años 2002 y 2015. A mí, la escucha de El temps que s’atura me invita a hacer una serie de reflexiones que van más allá de la estricta y exquisita musicalidad que emana.
Días atrás leía la brillante y acertada crítica que Carles Gámez hacía de este trabajo y donde se hacía eco de que en otro país, un hombre como Toti Soler, ya hubiera recibido un puñado de Cum laudos y los más altos honores. Por desgracia, a pesar de gozar de un amplio reconocimiento entre un público fiel y una crítica especializada, Gámez hace una observación del todo acertada. Antes de analizar el por qué, creo que es interesante hacer cuatro pinceladas por la trayectoria más popular de Toti Soler.
A grandes rasgos, y para el gran público, el nombre de Toti Soler empieza a aparecer alrededor del movimiento de pop-folk que surgió a mediados de los años sesenta del pasado siglo. Él formó parte de formaciones como Els Xerracs o Brenner’s Folk. Estos últimos con Jeannette al frente se reconvirtieron en Pic-Nic y llegaron a las listas de éxito españolas con un número 1 sonado, "Cállate niña". Con el final de la década de los sesenta y la llegada del rock y la psicodelia, Toti Soler se erigiría como uno de los grandes guitarristas eléctricos. Al frente del grupo OM cambiaría las estructuras del rock peninsular y participaría en grabaciones históricas como el primer Dioptria de Pau Riba. Este Toti eléctrico, poco a poco iría dejando de lado la electrificación para volver a la guitarra clásica, en la búsqueda constante de un lenguaje propio. La publicación de El gat blanc (1973) marcaría un antes y un después en la trayectoria de Toti Soler. Mientras "Sevilla" significaba el adiós al Toti eléctrico, la "Sardana Flamenca" abría una nueva grieta y un punto de inflexión. La "Sardana flamenca" en sí misma, partía del contacto con la música flamenca que en aquel momento había impactado a Soler. Sumergido en el flamenco, pero consciente de que no era su lenguaje, Soler lo combinó con una melodía que le era cercana, la sardana. Cabe decir que en el caso de la "Sardana flamenca", Toti Soler jugó con otra melodía popular, ya que el compás sobre el que se estructura el tema es el de la habanera. En el mismo disco, Soler también aprovechaba para versionar por Alegrías de Cádiz el mítico "In a silent Way" de Joe Zawinul.
Partiendo de El gat blanc, cada nueva producción de Toti Soler iría definiendo un estilo más propio e inclasificable en el que se encontrarían todos los elementos que hemos ido citando, combinando todo su universo musical con poetas tan diferentes como Miguel Hernández o Joan Vergés.
Volviendo a la observación hecha por Carles Gámez, cuando decía que Toti Soler es un artista en mayúsculas que en muchos otros países ya tendría un montón de Cum laudos y sería investido Honoris Causa por no se cuantas universidades, no es muy difícil llegar a explicar las principales cuestiones de por qué esto no ha ocurrido.
Muchos grandes artistas para amplificar su leyenda han tenido todo el poder de un Estado detrás que les ha promocionado y vendido por todo el mundo. Este Estado, en muchos casos también ha hecho presión para que estos artistas obtengan ciertos reconocimientos sean merecidos o no. En el caso de Toti, nos encontramos ante un artista sin un Estado que le apadrine. En primer lugar el Estado oficial constituido que le podría apoyar - España - no ha destacado nunca por una defensa de la cultura y la música, más bien al contrario. Y si a esto le sumamos que la música de Toti Soler no se enmarca dentro de géneros que puedan representar ese Estado como ellos quieren que nos represente, el arte de Toti no tiene cabida. Podría valer aquella excusa de que su música y su arte no suena suficientemente español con los parámetros con los que ellos lo miden. Después podríamos llegar a discutir qué es español o no, pero eso ya es otro debate. O si la música de Toti es igual de española que cualquier otra música que se hace en la península.
Recientemente el Consejo de Ministros ha otorgado al guitarrista Vicente Amigo, un artista al que admiro y conozco, la Medalla de Oro de las Bellas Artes. Me parece muy justo que Amigo reciba este reconocimiento y pienso que es del todo merecido. Otra galardonada con la Medalla ha sido la bailaora Blanca del Rey. Dejando de lado los nombres, en la mayoría de los casos uno tiene la sensación de que estos galardones se otorgan con un criterio más ideológico y por el fomento de la supuesta patria, que por la aportación real a la cultura del país. Esto también hace que todos estos galardones y reconocimientos estén algo envenenados.
Por otro lado, Toti Soler forma parte de una región de esta España oficial que lucha por tener un Estado propio, o no. Este Estado (no oficial) se llama Cataluña. Cataluña no tiene la fuerza de un Estado oficial para proteger y fomentar la cultura. Aún menos para provocar e influir internacionalmente para que sus artistas y hombres de cultura reciban el reconocimiento internacional a base de Cum laudos y Doctores Honoris Causa de universidades del mundo. A pesar de todo, me aventuro a decir, que aunque no tenga ni las herramientas ni la fuerza de un Estado reconocido internacionalmente dudo que el trato hacia la cultura fuera mejor del que proporciona el Estado que si que es oficial. Tengo esa sensación juzgando como se banaliza el arte y la cultura en Cataluña.
Un buen día, Soler expresaba a su lutier la necesidad de buscar una etiqueta para definir su música. Philippe Jean-Mairet bautizó su estilo como "Guitarra Catalana", porque decía que le parecía el más acertado para denominar un estilo propio en el que confluyen la guitarra clásica, el jazz, la bossa nova, el flamenco, la música tradicional o la canción de autor con el carácter del propio artista, el territorio al que pertenece, las vivencias a lo largo de los años, o la proximidad con el mar, este mar de culturas. Todo este cóctel de experimentación según Jean-Mairet daba como fruto la "Guitarra Catalana". Una "Guitarra catalana", que de la misma manera también se podría denominar "Guitarra Mediterránea", o "Guitarra Universal".
La genialidad y el nivel de Toti Soler nunca serán lo suficientemente reconocidos en su país ya sea un país oficial, o no. Podríamos afirmar que Toti Soler en cualquier otro país, como Estados Unidos o Francia, por citar un par, tendría el reconocimiento y el lugar que se merece. Pero Toti Soler no es estadounidense ni francés, es un catalán que navega a contracorriente. Mientras muchos buscan un lenguaje y una etiqueta común, Soler ha ido por un camino particular, con sus propias leyes, creando su propio estilo, su manera, su forma única. Esto lo hace grande y lo eleva por encima de cualquier reconocimiento que le pueda otorgar un Estado miope.